jueves, 28 de mayo de 2009

El despertar...


Hace un tiempo; yo solía caminar por la tierra como cualquier otro de mi condición, y al igual que la mayoría, solo tenia oídos para escuchar a los sabios de mi clan.
Formaba parte de una gran manada de hombres y mujeres; que con miedos en el alma y lagrimas en el corazón, dedicaban su tiempo a enseñarme su gran arte: “El arte de correr en estampida”. Corrían a gran velocidad sobre los caminos que sus antepasados le habían enseñado, y yo les seguía imperturbable y devoto como el más fiel de los creyentes.

Sus fines y motivos eran variados, sin embargo, todos sus caminos y anhelos deseaban convergir en el mismo mar dulce, en ese que ostenta por nombre: “Felicidad”. Avanzaban como una gran masa voraz que destruía todo lo que opusiese resistencia a su paso y en sus oídos guardaban con recelo las incisivas palabras de los sabios. - que eran para ellos, alimento vital para continuar su camino-.

“todo lo que estorbe entre nosotros los hombres y nuestro mas preciado fin: ¡debe ser aniquilado!...
Pero no se preocupen por la severidad de esta última palabra hermanos...
¡Porque nuestro fin justificara nuestros medios!”…

Así deleitaba un sabio los oídos y corazones de la manada.

Esa era mi vida; y se presentaba ante mi corazón, como una densa sombra que lo eclipsaba todo con su abrazo. Me sentía como un animal sediento, perdido a mitad del desierto más árido y calcinante de todos.- era tan abrumadora la sequía de aquel desierto, que todo el tiempo me conformaba con beber el agua impura y nociva de los oasis del ocaso-.

Mi única felicidad verdadera y profunda en esos días era poder ¡correr!, correr y sentir el viento en la cara, correr y sentir el alma desbordarse en los senderos luminosos de la tierra, correr y sentir mi vida reflejarse en su vida. ¿Qué importaban para mi los anhelos de mi manada?, si mi mar dulce se encuentra lejos de donde reposa el suyo.

Todo fluía ligero y natural mientras corría, y poco a poco comenzaba a desenterrar mi fin verdadero. Sin embargo, con el andar de los días vislumbre una verdad que desmoronó aquella realidad. Y es que por primera vez en mi recorrido, no me encontraba corriendo por senderos de natural libertad y belleza. – como siempre había creído- Sino que me postraba sobre un gris y áspero camino de concreto, cuadrado e infinito. ¿Habrá sido construido por los hombres? Pensé, y con una mezcla de escepticismo y fe, decidí avanzar por su vereda.

Continué mi carrera habitual, ahora sobre los bloques opacos del camino, sin ningún agobio, sin ningún temor, todo se manifestaba sereno en mi recorrido; cuando de pronto, sin dar ningún aviso, mi alma me cuestionó severamente:



¿Qué es lo que encontrare para mí al final de este camino?...

¿Es en verdad su fin a donde quisiera llegar toda alma de hombre?...

Y si así fuese…

¿Será verdad que todas las almas ansiamos obtener el mismo fin?...




Estos pensamientos detonaron en mi mente de manera estruendosa y provocaron la parálisis inmediata de cada uno de mis músculos. Mi cuerpo cayó difuminado y sereno, de la misma forma como lo hace la noche cuando diluye la tarde. Y finalmente, aterrizó en un verde prado que crecía por un lado del camino; en el cual lentamente y poco a poco comenzó a esfumarme.

El golpe de la caída fue severo y logró desconectarme de la realidad por un momento; mas cuando pude regresar , me sentía ligero, casi inexistente, transparente como el cristal del rió sereno. Pude sentir la desbordante fuerza de la felicidad primitiva avanzando a gran velocidad a lo largo de mis venas, y experimentar el vuelo impetuoso de mi mente hacia los primeros pasos del camino: donde todo galopaba vertiginoso a mi alrededor y donde descansaba cálido y protegido en los brazos de mi especie.


Mi mente nadaba en retrospectiva mis recuerdos justo ahí, en el verde prado que había decidido vivir a un lado del camino. Nuevas ideas nacían en su jardin como bellas flores en primavera, y yo presentía en su nacimiento mi propio despertar.

De pronto, con la velocidad de un pestañeo, una fuerte corriente de aire golpeó mi costado con fuerza brutal y me elevó potente hacia las alturas. Pude sentir su flujo intenso e incansable en mi cuerpo, y mi corazón se llenó de claros amaneceres. Luego, de manera inesperada y mientras mi cuerpo levitaba el cielo, entraron retumbando por mis oídos las palabras mas dulces y alentadoras que hubiese escuchado alguna vez:

“A partir de este momento, tú ya no perteneces a la tierra. Tu destino esta ahora en los altos cielos. Derrama tus últimas lágrimas por las cosas terrestres que mas ama tu corazón, porque jamás volverás a bajar a sus caminos. Tu fin esta ahora, en la tierra más elevada, pero para acceder a ella, antes debes liberar todas tus cadenas”…

Cuando no pude escuchar más aquellas hermosas y liberadoras palabras, el viento comenzó a elevarme más y más, y poco a poco fui dejando el camino de los hombres atrás.

Comprendí desde lo alto la bella fragilidad de mi existencia, y por un momento agradecí poder sentir. Pero esta vez no se trataba solo de sentir la magia suave del viento en la cara: se trataba de ¡sentir!, sentir con todo el peso y profundidad de la palabra, sentir la miel derramarse en mi empolvado corazón, sentir los caudales de mi rió desbordarse; a eso le llamo yo poder ¡sentir!...


Me desplazaba como un rayo de luz resplandeciente a través del cielo encendido del ocaso, cuando mi mente recordó, y mi corazón extrañó: a mis hermanos: los hombres.

¿Será acaso que no habita dentro del alma de los hombres el malestar de avanzar por caminos hechos y pisados por miles?...

¿Acaso no vive en su alma el impetuoso empuje de la libertad?...

Esta reflexión, solo encontraba respuesta en mi impotencia de curar a los ciegos. Y fue esa misma impotencia, la que me provocó un profundo dolor que provenía de mar adentro, de mi oscuro mas dominante. Se originaba en las entrañas de mi alma y poseía una fuerza indomable: propia de lo sublime, de aquello que se extiende y vuela por encima de las cabezas de los hombres, de aquello que nace del furor primigenio. De ese furor que los corazones de los hombres jamás podrán crear ni mucho menos entender: porque este furor nace en el vientre de la “perfección”, que en cuestiones humanas siempre será una utopía.

No lo pude contener más. El dolor y el vació de la soledad provocados por mi impotencia de salvar a mis hermanos: y con ello salvar mi alma de la perpetua soledad. Se apoderaron de mi corazón, de mi cuerpo y de mi mente. Como un misil me desplomé hacia la tierra. Era un cuerpo inerte en caída libre hacia su muerte, tan trágica en ese punto como la naturaleza misma de su incomprensible existencia.

Sabía perfectamente que no había nada que pudiera salvarme de la caída, mis propias fuerzas estaban extintas. Solo algo tan poderoso como para salvar a un hombre de sus temores, de sus flaquezas y sobre todo de su “compasión”, podría cambiar el rumbo de mi destino. Fue entonces, cuando repentinamente, el viento detuvo de golpe mi caída.

Me detuvo con autoridad a unos cuantos metros de las copas de los árboles, desde donde podía contemplar todo lo que algún día formo parte de mi pasado, desde donde mi cuerpo reposaba estático y centellante como un sol creador de vida, desde donde mi mente delirante y extasiada trataba de asimilar su inesperada salvación, desde donde mis oídos no podían distinguir ningún sonido en el ambiente. Justo era ahí, el lugar donde parecía que todo estaba muerto y vacío –justo a la mitad entre el cielo y la tierra- donde el viento celestial, había decidido que arrojara mi última cadena.

Bajé mi vista hacia la tierra, tratando de encontrar alguna respuesta humana que aliviara a mi corazón de la profunda soledad que lo invadía, y con toda la fuerza de mi estomago y mis pulmones grité:



¡Hola hermanos, he venido a hablar con ustedes!..



Súbitamente de entre los árboles, aparecieron dos hombres que inmediatamente levantaron su mirada hacia donde yo me encontraba. Sorprendidos por mi condición de hombre volador, parecieron palidecer al verme y ver que era uno de ellos, uno que además de levitar el cielo, hablaba su mismo idioma. Sin decir una sola palabra que respondiera a mi saludo, uno de aquellos hombres corrió hacia un árbol y comenzó a trepar veloz entre sus ramas hasta alcanzar la cima. Se aferró con fuerza a la rama más alta y frondosa, y desde esa privilegiada posición, me gritó con toda la fuerza de sus entrañas:

¿Cómo es que has logrado levitar hermano?...

¡No levito, vuelo!, le conteste…

Al escuchar estas palabras, aquel hombre enmudeció, y yo no tuve otra opción que derramar más dulces palabras en sus oídos.

¡No temas hermano!, le dije.

Al trepar a ese imponente árbol, haz dado el primer paso para aprender a volar.

Contempla el panorama…

Nunca será el mismo que cuando transitas arrastrándote por el suelo…

Ten fe en tus instintos y no los reprimas, busca tu felicidad lejos de los rebaños: porque también el sufrir es fortalecer la vida.

Al terminar de pronunciar estas palabras, mi última cadena se había liberado, por lo que el viento comenzó a elevarme de nuevo hacia las alturas, y una última reflexión nació en lo profundo de mi corazón.

“Hoy me he dado cuenta, que no estoy ni estaré solo en las alturas, porque las almas que se han despertado de su perverso letargo no tardan en aspirar a los más altos cielos, porque es ahí y solo ahí, donde encontraran su eterna plenitud”.

miércoles, 27 de mayo de 2009

La verdadera Champions de Roma



¡Espartaco, retuércete en tu tumba! ¡Emperador Tito, revuélcate en tu sacrosanto aposento! ¡Roma, te conmisero en tu vergüenza! ¿A dónde se fue el espectáculo digno y la vergüenza deportiva?
Tuve el desagrado de ver la final de la Champions League esta tarde. Malísimo el partido, ambos equipos salieron a cuidarse, dos jugaditas, y ¡bang! Se acabó.
Qué tiempos aquellos cuando los espectáculos, sí eran espectáculos. Por ejemplo, los del coliseo romano.
¡Ay de aquellos días olvidados, de gloria humana, sin mariconerías de camisetas Nike, ni Fair Play aguafiestas! ¡Solamente gladiadores en sandalias, cara a cara contra otros indomables hombres! ¡o mejor aún, contra un oso, o un tigre; así, a espadazo limpio y sin espinilleras. Y al que pierda, no deshonrarlo con una medallita de segundero. No, sino honrarlos con una horripilante muerte en el foso de los leones.
Yo juro que si la historia hubiera sido otra, me hubiera ido bien en esa clase. O sea, si al futbol lo hubieran inventado en la época del Imperio Romano, joder que la historia sería mucho más justa y digna. Cómo envidio a los niños que nacerán en el 3022, y recuerden los días estos que vivimos más o menos ahora:
“…Y entonces fue así como Rudi Voller le escupió en la cara al negro Rijkaard… era una pena ver cómo se trataba a los negros en aquella época salvaje.”
Si el futbol hubiera empezado, como dije, en aquellos días, les juro que me faltaría quince veces más de prudencia para no emocionarme tanto.
“Nos encontramos en Roma, esta es la segunda edición de la Domitoris League, donde se enfrentarán los equipos de Catalunya contra los bárbaros del norte de las Britanias. Los británicos pelearán con falda de cuero y los catalanes con el culo al aire. El que pierda se irá a la mierda con los leones.”
Y empieza el juego, hay gran expectación, a la gente no le importa tanto el marcador, sino que al final irrevocablemente habrá un equipo entero para el festín de los leones. Se enardece el público, la versión de Iniesta gladiador romano es verdaderamente grosera, tiene una dentadura ocho o nueve veces más fea de la que conocemos, es un ídolo. Rueda la pelota (todavía en la primera edición, no era pelota, sino que jugaban con las cabezas de los del partido pasado, en el mercado se podía encontrar hasta hace días la cabeza del bárbaro Ballack autografiada por los gladiadores catalanes), el partido fluye como agua, no hay reglas boludas como el fuera de juego, no existen las faltas, a menos que el emperador así lo quiera. Además es lícito jugar con armas, Los arqueros degollan con mortíferas hachas a cuanto atacante se acerca a sus huestes. ¡Qué bonito es el fútbol! Además ninguno de los veintidós valientes usa gel en el cabello. Si acaso cascos con picos para los defensores.
Terminan las primeras cinco horas de juego, unos cuantos mueren de insolación, los que no pueden continuar son crucificados o, convencionalmente, arrojados a los leones hambrientos.
Es el espectáculo de medio tiempo, baila la versión romana de Shakira, pero en bolas, luego, sin perder tiempo es devorada por siete tigres siberianos, el pueblo la ovaciona como nunca en su vida. La gente aprovecha para ir al vomitorium, otros arrojan orines a los de las zonas más exclusivas del coliseo, es la fiesta del fútbol.

Y vuelven los jugadores a la arena, Puyol parece exhausto pero quiere seguir, el marcador es de veintitrés a veintiuno a favor de los catalanes… Y arranca el segundo tiempo, ahí tiene la pelota Eto’o en los linderos del área, Roma enmudece. ¡FLLLLIIIIIIIISHHHHHHH! El defensa británico le arranca una pierna de un tajo con la espada, el árbitro dice ¡No pasa nada, juegue, hágala! ¡Guardiola reclama penal, el emperador dice que no! Eto’o va directo a ya saben donde, sí, ¡a la fosa de los leones! Qué partido estamos viviendo señores, y lo mejor de todo, sin violencia en las gradas; hay familias enteras que vienen a vivir este auténtico guateque.
¡Falta solo una hora para que el encuentro termine, este convite, esta bacanal! El marcador está empatado, el lusitano Cristiano quiere llorar porque no ha figurado nada. Rafael Márquez no juega hoy porque sufrió una lesión en una pelea con un León antropofílico (es decir, que se siente atraído sexualmente por los humanos). Iniesta dientes macabros manda un centro, y… ¡AHHHHH! El soldado chaparrito remata, y es ¡¡¡GOOOOOOOL!!!! Esta noche los leones cenarán británico, ¡qué indigestión que les espera! Parece que hay un nuevo campeón, pero aquí quien siempre gana es el público, porque el espectáculo es genuino y emocionante. Sano además. Nada más deportivo señores. Buenas noches, y hasta la próxima

Y suben al pódium los ganadores, los saluda el emperador, los senadores, y hasta el mismísimo Zapatero. Los británicos no pudieron ni con su arma letal, Carlitos Tévez que había estado encadenado y con espuma en la boca hasta la mitad el segundo tiempo, lamentablemente para ellos, fue neutralizado, y ahora su cabeza cuelga en una esquina del Coliseo.

Qué final hubiera sido en aquella Roma, porque la de hoy… un espectáculo simplón, con presentadores aduladores que manipulan de la conciencia de las masas, esculpiendo así la noción general de lo que un espectáculo que vale la pena debe cumplir. El fútbol tendría que haber evolucionado con sus ancestros: los juegos del Coliseo.

lunes, 25 de mayo de 2009

No volveré a juntarme con Franco Pizzano.

No, que hijos de puta esto. Hijos de puta lo otro. Yo te lo digo mi amigo; acá no sabes para quien trabajas, nada. Así, "así de fácil", como dijo el puto gober.
Cuando se terminaron la última cerveza, en el baresuco horripilante pero baratón, las nenas decidieron irse, son amigas güey, no pienses que andábamos encima de la carne, ni nada. Todo fresco, caon.
Entonces íbamos por Vallarta, justo caminando frente al edificio de la UdG, y tú sabes papá, el caló del momento, todos hablando al puro pedo. Que si el viejo decía que la cerveza era una bendición del Cielo, que si yo le decía que se ahorrara el cuentito de diario. Que si para el "Diurno" once cervezas fueron nomás un tentenpié y que si sacábamos la coopera para la botella. No, mi socio, para mí ya estaba bueno; un traguito más y luego no hay quien maneje de vuelta. Pero unas cervezas si aguantábamos (el "Diurno" más). Y Bolio dice, pues saquen para un six, y ahí afuerita del Seven, todo tranquilo joputa, hasta que este puto de Franco dice: -Me quiero comer a fulana.- Bolio se ríe y lo manda al rifle, se mete por las chelas y nos quedamos afuera el animal de Franco, Viejo, yo y el Dios, que había estado calladito, calladito el marica.
-Neta que está re buena la fulana.- Insiste Franco Pizzano. -Hay que darle pero toda la salsa, maestro. Toda la salsa... joputa.
Para mí eso fue ave de mal augurio. Que la noche se iba a poner densa, porque la fulana a nadie le interesaba, y que el Seven de Vallarta sea testigo, mi buen, que todos pusimos de nuestra parte para que la buena peda se desenvolviera bien. Ya veíamos que Franco venía suelto de lengua, mi amigo, y quién sabe con ánimos de qué.
Ya sale Bolio con el six, y empezamos a tomar, ahí en el estacionamiento. Ilegales, mi hermano, en este país tomarse una cervecita donde no hay techo es un delito. Me cagüenlapoli.
Tomando, tomando, y en eso se mete un Beattle rojo al estacionamiento, lleno de púberes, tío. Juniors, papá; a lo mucho de dieciséis, diecisiete. Y con un Beatle rojo. Nostros, de veintidós, veintitrés promedio, no estaba Birri por cierto, que ya tiene su cuarto de siglo. Podría echarle la culpa de todo lo que pasó después al Viejo, porque cuando los vió atinó a decirnos "pinches mocosos pendejos"... Nos reímos. Sanamente tío, sin que ellos se dieran cuenta.
Todo mal cuando la mirada de Franco se cruzó con la del mocoso que iba al volante. Tú sabes, mi hermano, que sostenerle la mirada a alguien por más de dos segundos, al menos en este país, ya es causa probada de bronca. De menos una puteada recíproca sí te llevas.
Nos callamos. Silencio total, para el Dios todo normal, porque ese caramba mientras tenga pisto no necesita hablar nadita nada. No pasó nada. Nos reímos todos al unísono.
Pero ahí fue el principio del fin, caon. Porque se bajaron las viejas que iban en el Beattle, niñas tío, ni siquiera atractivas, menos buenas que Hitler sin cumpleaños. Y se quedan viendo, pasan por un lado, nadie dice nada y las mocosas se meten al Seven.
-La de morado se parece a la Sutana pero con menos tetas- dice Pizzano y todos se cagan de risa.
Ahí mismo volteo y el mocoso del Beatle, el que iba al volante, viejo. Se queda viendo, sabe el manazas, que nuestras burlas algo tienen que ver con ellos. Qué inseguridad de estos nenes, joder, total, si piensas que alguien se ríe de ti, tú ríete mucho más.
Pero no, estos chavales se creen de los machín rey.
Y que salen las nenas del Seven, qué desfiguro de muchachitas, carajo. Y juntándose con estos maricas de auto rojo.
-Puto el que me vea- dice Sutana versión menos tetas.
Dos segundos de silencio, luego los normales nos reímos de la pendejada. Franco no.
-¡PUTO TÚ PAPÁ!- le responde con la botella de Estrella en todo lo alto.
Los varones del Beattle no se meten, imgino que sienten que sus jainas ya los metieron en una bronca.
-Pinches maricones.-Nos grita otra mocosa con la finta de emo mal.
Otra vez los normales nos reímos, hasta el Dios, que hace un rato que se aburrió y se metió al auto a tomar escuchando el 960. Pero Franco no es normal, mi hermano, no es normal ese canalla.
-¡No tan maricones como tus amiguitos, Japuta!-. "Aquí seguro se prende la mecha", es lo que leímos cada quien en la mirada del de al lado.
Nada.
Las morras se suben al auto, ya se van. La verdad que todos sentimos el alivio compartido, porque nadie fue bueno para decirle a Franco "ya güey, aguanta un round", y bueno. No había necesidad de una bronca mayor, ¿o sí, mi hermano? Dímelo tú, a ver fiera.
Antes de que se vayan, va Franco prueba con el último cartucho, a ver si se prenden los vatos:
-¡Mua!
¡Les tira un beso el hijo de puta!... los llamó maricones, le dijo puto al papá de la Sutana, pero nada de eso sirvió, nada, nomás que tirarles el beso, ¡carajo! El chavito apaga el carro.
-¿Me tiraste un beso a mí? le pregunta retador el güey...
-¡Sí cómo ves?- Ya se dirige este cabronias para allá, y todos nosotros: "Ya bailó Bertha".
No alcanzamos a oír lo que dicen, pero el morro no se baja del Beattle, todo bien, maestro, todo bien, que aguanten los putazos, yo no tengo ganas de nada de eso, tío, neta.
Allá, se dan la mano, estamos confundidos viejo.
Franco ya viene para acá, con la bola, donde estamos todos. Parece que se acabó todo, cuando en eso estábamos, el vatillo le da en reversa como para amagar al Pizza, pero se frena el marico. El Pizza se voltea y "PATAPÚM" patadón en la defensa del Beattle, si de puro milagro no la sumió, ojalá así hubiera pateado el día de los penales, ¡joder, una y mil veces joputa!
Ahí sí todos nos escamamos, porque ya otra vez blandía la botella de Estrella por todos los cielos, ¡y se la iba a estrellar en el parabrisas de atrás!
-¡AGUANTA GÜEY! le gritamos, y hasta eso que bajo el arma y dio chance de que los nenes salieran pitando en chinga, pero nomás les dio media cuadra de venta, mi hermano, media puta cuadra y les tiró la botella que fue a reventarse en el tercer carril de Vallarta, de pura cajeta que no le dio. Se fueron los chavales.
-No, que hijos de puta, yo me caliento en breve, hijo.- Nos dice Franco el violencias. -¡Pinches mocosos jotos, se hubieran bajado, les parto su madre en tres, joputas, me cago en todo lo que se menea!
Entonces seguimos bebiendo, otra vez hablando de cualquier pavada. Se acabó el chiste, la puta madre.
El Dios sigue pisteando solo, calladito, ni se dio cuenta de nada el vato, puro HK. Bolio tranquis, Viejo quería ir a darse unos tanques, y yo ya quería irme a mi casa, pero bueno, siempre hay tiempo para tomarse la última antes de que llegue la poli y nos zurre. Puto Franco, siempre lo diré, es bueno tipo, pero un hijo de puta.
PARRATABURURURPÚM!!!!!!!!!!!
¡Cae una piedra justo en medio de nostros, estuvo a una nada de darle a algún auto, no te pases de cabrón! Apenas quince minutos, del altercado y ¡PAM! Alguien nos bombardea hijoputa, no debí tomarme esa última cervatana! Así sin pedos, sentí como peli tipo rescatando al soldado Ryan, cuando el vago se queda sordo por un minuto y no sabe qué pedo, namás ves correr a todos los putos en cámara lenta, pero no sabes qué pedo, hasta que ¡RRAAAAAAAAAA! vuelve todo el sonido y la velocidad normal de las cosas, y ahí tengo enfrente a un mocoso hijoputa con medio palo de escoba que me va a reventar en la cabeza. Pero el vato titubeo un segundo, como diciéndome, "te lo voy a tirar a la derecha, pa que quites, porque no quiero pedos, solo quiero verme chingón". Me lo tira a la derecha con todo el tiempo para que me saque, y en eso le digo:
-¿Qué pasa hijo de puta, qué quieres?
-Se pasaron de verga güey, se pasaron... ¡Y ME LA PELAN!
Estaba sobreexcitado el tío, o algo por el estilo, porque respiraba agitado y no sabía qué estaba haciendo.
A tres metros de nosotros estaba el Dios, que se enfrentaba contra el otro chaval mil veces malparido, y le decía:
-¡¿Dónde están tus amigos, cabrón, dónde están?!
-¿Cuáles amigos brother?- le responde el Dios, siempre tan ecuánime y mesiánico hasta cierto punto. Por un momento imaginé que le diría "el que esté libre de pecado que suelte el primer palazo" o una de esas frases bíbilicas que requieren mucho güevo para soltar.
-Tus amigos, los putos que corrieron.
¿Cómo que corrieron? Aproveché para mirar a ver si veía a alguien y nada, se los tragó la tierra en un segundo, mi hermano. Por Bolio y Viejo, está bien, no la debían ni la temían, pero... ¿el Franco?
Y ahora el Dios y yo nos enfrentábamos a dos pubertos armados con palos de escoba (creo que eran de plástico) y el provocador de todo había corrido. ¡A la mierda!
-¡Tu amigo me mandó un beso!- insistía el oponente del Dios.
El Dios tiene algo que lo ha ayudado a sobrevivir un sinfín de experiencias de este tipo: su capacidad de hacerse el boludo:
-¿Cuál amigo?, yo acabo de salir del auto.
Justo en eso estábamos cuando los chavales tiran inesperadamente los palos (uno cumplió con su deber ciudadano y lo tiró cuidadosamente en un bote de basura), entonces volteo y veo que vienen los guardias del edificio de la UdG, vienen hablando con sus radios, mi sangre. Los chavales corren y ahí es cuando les grito:
-¡Regresen maricones, vamos a arreglar esto, soplapollas!
Eso porque sé que me respalda la seguridad de la UdG.
Salen los demás tíos y sin despedirnos demasiado, nos subimos a los autos:
-¡Luego nos vemos caones, estos guardias ya le hablaron a la poli que hubo putacera en el Seven, no tarda en caer la patrulla!- dice alguien.
-Ya, mejor nos vemos en Chapultepec, pisteamos ahí donde están reparando, todavía quedan chelas- concluye el viejo.
¿Y si esos juniors hubiesen traído armas mi hermano?¿una navajita?¿una pistolita? Y todo por la culpa del mechacorta Pizzano, imagínate que así de fácil nos hubieran descontado a uno, y qué te cuento, cosas peores. Pero bueno, ahora me acordé que el "Diurno" no fue esa vez, lo estaba confundiendo con el ángel de los borrachos que nos contuvo esa noche.